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Resumen de Sonic Effects
(Sonic Warfare, capítulo VIII – Steve Goodman):
En este capítulo el autor expone un nuevo enfoque desarrollado previamente por Jean-Francois Augoyard y Henri Torgue, quienes critican las categorías fijas del objeto sonoro como unidad perceptiva mínima y el paisaje sonoro como macrocategoría. El interés de Augoyard y Torgue es usar el concepto abierto de efecto sónico como nuevo paradigma de análisis. Siendo éste un fenómeno que se posiciona entre la causa y el acontecimiento.
“El efecto no es un objeto en sí mismo. El ruido o el sonido, por ejemplo, no cambian físicamente en el efecto Doppler; es la relación entre el observador y el objeto emisor que se modifica, cuando el primero o el último se mueve a velocidad suficiente. . . el efecto no sólo indica una causa necesaria; es también la marca de un acontecimiento. . . . El contexto que rodea al objeto y su apariencia. . . el «efecto» perceptible está directamente vinculado a una causa circunstancial…” (pp. 45)
A su vez, explican que el concepto de efecto sónico es un fenómeno que trata de una interacción entre el entorno sonoro físico, el entorno sonoro de una comunidad sociocultural y el “paisaje sonoro interno” de cada individuo. Augoyard y Henri ponen a la audición humana en el primer plano de la percepción del sonido, ya que consideran al cuerpo como una entidad muy importante que se representa como una unidad multi-fx, y no como un sujeto que percibe aislado de los objetos sonoros. Esto quiere decir que un fenómeno sonoro que surge como resultado de un proceso vibratorio, se manifiesta en un espacio determinado en el que puede reflectarse en las paredes, y a su vez en el cuerpo de un auditor. Todo este fenómeno es considerado como unitario por los autores. Y afirman que es un fenómeno que no se puede dividir en partes, sino que es una unidad compleja compuesta de varios elementos.
Goodman concluye que la experiencia sonora está cargada de transensorialidad, es decir, que hay un vínculo que une a los distintos sentidos entre sí y que este encuentro posibilita la percepción sonora, ya que hay información que se va de un sentido a otro. De esta manera, comprende a los sentidos como cinco canales distintos que nos conectan con lo que percibimos de la realidad, en este caso con el fenómeno sonoro en su totalidad. En este punto es donde precisa diferir entre las percepciones exteroceptivas y las interoceptivas. Las primeras son aquellas que nos conectan como canales a la realidad (la piel, las mucosas, y nervios) que toman la información de origen exterior y la llevan al sistema nervioso central, donde luego emerge la consciencia sobre lo percibido. Y las segundas, o interoceptivas, son aquellas que provienen de las sensaciones de los órganos internos, que nos informan acerca de los mismo. Estas últimas reaccionan ante los estímulos sonoros y son previas a la consciencia.
En síntesis, en este capítulo el autor intenta dar cuenta de la necesidad de deconstruir el paradigma perceptivo del sujeto que percibe a un objeto, y en el mismo sentido intenta unir al sujeto y al objeto como entidades necesarias de un mismo fenómeno o experiencia perceptiva. Puesto que el que escucha un sonido no sólo está en el mismo lugar donde el proceso vibratorio ocurre, sino que además él mismo es resultado de procesos biológicos, fisiológicos, psicológicos, culturales, etc. Y se destaca la primacía de la audición humana sobre el fenómeno perceptivo, ya que es finalmente ahí donde se comprende aquello que se manifiesta en el espacio acústico con su multidimensionalidad.