Ryoji Ikeda
Nombre | Ryoji Ikeda |
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Origen | Gifu, Japón |
Año | 1966 |
Profesión | Artista Sonoro |
Obra paradigmática | superposition |
Descriptores | sonido sonido, electrónica electrónica, visual visual, instalación instalación |
Vínculos | [[tiene url::Sitio Oficial]] |
Audio | <embed>https://soundcloud.com/rocktea/ryoji-ikeda-superposition</embed> |
Video |
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Ryoji Ikeda (1966) es un compositor electrónico y artista visual, ciudadNacimiento en Japón y actualmente basado en París. Es reconocido mundialmente por sus instalaciones y sus conciertos en vivo, donde las nociones de sonido, imagen, tecnología y matemáticas, se encuentran en un mismo camino. A lo largo de toda su carrera, desarrollo un lenguaje relacionado a la hiper-velocidad, lo sublime, el cosmos y la relación entre el hombre y las máquinas.
A lo largo de toda su carrera, utilizó recursos sonoros tales como las señales sinusoidales, ruido blanco y frecuencias no audibles, además de explorar patrones rítmicos sutiles y repetitivos, logrando una experiencia aural similar a la de la música ambient, aunque el producto final es de una originalidad que escapa a cualquier clasificación .
Sus obras han sido presentadas en lugares tales como el Museum of Contemporary Art de Tokyo, el Sonar Festival en Barcelona, el Palazzo Grassi en Venecia, el Barbican Center en Londres, el Museum of Modern Arts de Nueva York, y hasta el Teatro San Martín en Buenos Aires, entre otros.
superposition
En el statement que desarrolló Ikeda para esta obra, refiere a esta como una forma de explorar un nuevo lenguaje: la información o computación cuántica; conocemos el código binario, el cual presenta dos variantes: 0 y 1, true o false, sí o no. El lenguaje de la información cuántica son los números binarios cuánticos, donde el número 0 y el 1 se superponen, así generando un nivel de entendimiento mucho más complejo, donde las posibilidades ya no son solo 2, sino infinitas. Este statement concluye con la idea de que la bastedad de la naturaleza y sus componentes sub-atómicos son de tan difícil comprensión, que aunque podamos desarrollar nuevos códigos y parámetros para un mayor entendimiento del cosmos, siempre habrá otros códigos, a los que él se refiere como esotéricos, que estarán, posiblemente, fuera de nuestro entendimiento para siempre. En conclusión, uno debe contar con infinitas posibilidades y variantes, para poder describir una partícula en la naturaleza; este es el cuestionamiento principal de la obra, la cual traduce este planteo por medio de música, imágenes y performance.
La obra en concreto consiste en un bombardeo de imágenes, música, sonido y performance en simultaneo, explorando la capacidad de atención del espectador, quien es un factor clave en la obra. El simultaneo se da en momentos como el golpear un diapasón y generar una onda sinusoidal, la cual es representada en las pantallas; también el diálogo con los telégrafos, cuando los dos performers (es la primera vez que Ikeda llama a performers en toda su carrera) dialogan generando música e imagen. Aquí las visuales presentan las ondas generadas por el sonido, además de un diálogo traducido en letras del abecedario. El bombardeo de imágenes, luz blanca, ruido e información es constante y envolvente, generando sensación tanto de encierro como de inmensidad, de prisión y de libertad; es un diálogo constante de emociones entre la ferocidad de la obra y lo que pueda sentir el espectador.
Ética instrumental
La disposición material consiste en veintiún pantallas, actuando en simultaneo con el sonido y la actuación de los dos performers. Estos, utilizan instrumentos no convencionales como un diapasón, generando ondas que se reflejan en las pantallas, o telégrafos, los cuales, en código morse, van revelando mensajes en la pantalla; esto es una situación en la cual el artista cumple dos funciones: una musical, y otra visual, ya que el telégrafo, genera música, además de codificar mensajes en la pantalla, en un dialogo entre ambos performers.
El modo de mediación de los performers es por un lado visible, al ejecutar el diapasón o la conversación en telégrafos; por el otro lado, todo la música electrónica y la ejecución de las pantallas son mediadas por un agente invisible, no hay forma de saber si es el mismo Ikeda mismo ejecutando, o si son movimientos pre grabados. Los instrumentos son usados de maneras no convencionales, son objetos que no fueron estrictamente concebidos para fines performativos, sino que son llevados a otros extremos, jugando con el carácter experimental de la obra.
Los performers tienen acceso a ciertos instrumentos de la obra, los cuales están dispuestos en una mesa bajo su total control. Aquí es donde se menciona el mapa de mediacion. La distribución material en la obra es bastante uniforme, simétrica, siendo estos parámetros para nada ajenos al concepto de la obra. Los performers se sientan en esa mesa y ejecutan, mirándose entre ellos, como alejados del público y de la pantalla inmensa que tienen detrás. Tocan telégrafos, generan sonido, espacio. Dejan lugar para que la música electrónica se mezcle con las visuales, las cuales van en una sincronía espacial entre sí; veintiún pantallas distribuidas en tres secciones, comportandose como si fueran una sola. Todo esto sucede a fin de crear un clima de ensueño, de grandeza, una inmensidad terrenal a la cual se puede acceder comprando el ticket de la entrada.
Con respecto a la teleología, podríamos decir que la obra, y por qué no, la mayoría de las producciones de Ikeda, funcionan como puente entre el humano y la tecnología, entre la inmensa naturaleza de la de la información en la era de la modernidad, y la forma en la que nosotros procesamos toda esa data. Especialmente en superposition, esa relación hombre-máquina está a flor de piel, tanto en el bombardeo de información sonora y visual a alta velocidad, como también el encuentro con instrumentos musicales no convencionales. A todo esto se suma la presencia tácita de Ikeda, quien sin figurar en escena, toma control minucioso de todo lo que sucede, de cada aspecto sonoro, visual y mecánico de la obra; cumpliendo una función casi de semi Dios, observando y manipulando cada suceso y movimiento, recreando una experiencia de lo sublime, entre las pantallas, los performers, los parlantes y los espectadores, pudiendo así simular la excesiva y omnipotente naturaleza del mundo moderno, sobrecargado de información técnica y polución sonora y visual.
La relación de Ikeda con los números, los códigos y las matemáticas se ven reflejadas en el escenario de distintas formas: por un lado, el código morse busca plasmar ese lenguaje mecánico , tan real como virtual, tan virtual como real; por el otro lado, distintas frases sucediéndose en la pantalla, la incertidumbre de quien está ejecutando cada momento, la inmensidad del volumen y los destellos en las pantallas. Podríamos pensar que Ikeda traduce su obsesión por las ciencias exactas por medio de códigos artísticos, tan completos como llenos de incertidumbre; la misma incertidumbre que puede generar en cualquiera una ciencia exacta en su más fiel expresión. La traducción sonoro visual de Ikeda abre ese espectro para que cualquiera pueda sumergirse en él de manera automática, codificando cada uno a su manera las sensaciones que lo atraviesan.
Bibliografía consultada y enlaces externos
http://tomorrowland.fr/media//2014/07/GB_superposition_Tmld1.pdf http://www.academia.edu/10118714/Ryoji_Ikedas_Superposition_and_the_Sublime http://www.nytimes.com/2014/10/20/arts/music/ryoji-ikedas-superposition-at-the-metropolitan-museum-of-art.html?_r=1